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Nº XII

- Hoy me salía una duda. Al ver a la gente cómo entraba en una estación del metro, que todo el mundo -en vez de entrar y ya está- se encuentra delante esas barreras donde se nos estrecha el camino, donde hay que pararse, sacar Dinero para comprar un billete y después intentar pasar a duras a penas por esa barricada de torniquetes, me parecía, visto así de simplemente, como una ceremonia assurda que nos impone el Dinero.
- Bueno, más que una ceremonia, una jodienda, ¿no?
- Sí, claro, una jodienda. (Pero es que las ceremonias a lo mejor no son más que eso, pero encima con apariencia de otra cosa). Bueno, pues digo que, como al ir dándole vueltas a qué será el Dinero, vemos que no es fácil hablar de Él, me preguntaba hasta qué punto el Dinero que interviene ahí, en algo tan pequeño como lo de tener que sacar el billete en el metro, puede servirnos para seguir dándole vueltas a esto del Dinero e intentar -a lo mejor- atacarlo bien. Porque, en comparación con los grandes movimientos de Dinero, con las grandes decisiones de los gerifaltes de Estados y Empresas, no sé si tomar esto del billete del metro como una aparición significativa del Dinero, o si más bien serviría para distraernos, para no hablar de los manejos estos que digo por todo lo alto.
- Ya, sí, ya sé lo que dices. Pero esa distinción -esa prevención- no la veo justificada, si de verdad reconocemos que no sabemos lo que es el Dinero. Si alguna vez hemos dicho que las monedillas que nos dan para usar en el día a día no merecen mucha atención, me parece que hablábamos mal. Porque eso es caer más bien en el truco que ya conocemos de que nos pongan a hablar de Economía, o del Capital, que es una trampa para no hablar del Dinero directamente y hacer que nos lo tomemos como algo en sí mismo útil y en razón.
   Así que me parece que ese sentimiento tan claro que contabas de ver esas barreras puestas ahí en medio como algo asombroso, me parece el sentimiento de ir descubriendo la brutalidad del Dinero en acción, y que claro que da que hablar.
- La cosa es que nos tomemos eso como algo normal. El que nos corten el paso y nos hagan ocuparnos una y otra vez del Dinero, la gente nos lo tomamos como si fuera muy razonable.
- Sí, pero no del todo. Ahora está eso tambaleándose, porque algo parece que nos viene a avisar del assurdo: algo que cualquiera lo puede sentir (si es que efectivamente es assurdo).
- Sí, lo podrá sentir cualquiera, pero mayoritariamente lo que se hace es otra cosa. La gente paga religiosamente y no parece que haya mucho asombro por la barricada que nos tienen puesta. Somos muy pocos los que la intentamos saltar y no pagar.
- Ah, lo de colarse. Sí, desde luego lo que hay que decir es que la obediencia estrema es lo de pagar como está mandado, y encima poner cara de normalidad. Pero lo que no veo tan claro es que lo de
colarse no sea también una obediencia al Dinero, aunque a lo mejor no tan estrema como la de pagar, no sé.
- ¿Por qué una obediencia? Si todo el mundo se colara en el metro, no creo que duraran mucho las barreras que nos ponen.
- Eso no lo puedes decir cabalmente. Porque de hecho la Ley -o sea, el Dinero- está funcionando así día a día: pregonando como prohibido lo que por otra parte se hace en realidad mayoritariamente. Parece que el estar informados de que estamos haciendo algo que no debemos -aunque sea la mayoría la que lo hace- le rinde al Poder un beneficio aún mayor, si cabe, que la obediencia estricta a una norma.
- ¿Cuál?
- El de que la gente esté con miedo. Que esté siempre a la espectativa, pendiente de si van o no a venir a acusarnos. Como se dice a veces: que todo el mundo tenga algo por lo que callar. Ése sería el ideal del Dinero.
- Ya. Pero yo me cuelo en el metro porque más bien no tengo Dinero para pagarlo. O si quieres, dicho de otra forma: porque no me someto a trabajar en cosas sin sentido, luego no tengo Dinero para ni siquiera coger el metro. Así que colarme en el metro, de alguna forma es no someterme al Dinero.
- No, no. Ahí en lo que dices hay cosas mezcladas. Cómo tú te las apañes privadamente, al Dinero le importa poco, y cualquier cosa le parece bien, en tanto en cuanto sea una cosa privada -o sea, que la lleves a la chita callando. Si trabajas o no trabajas, al Dinero le importa poco, siempre que no empieces a hablar preguntando si eso de trabajar está en razón o no. O sea, en tanto en cuanto no empieces a decir que las cosas que cuentan -que cuenta el Dinero- son mentira. Y, lo mismo: si pagas o si te cuelas en el metro, al Dinero le importa poco. Porque, se entiende, que te cuelas furtivamente, procurando que no te vean, ¿no?
- Hombre, no voy a colarme para que me cojan.
- Ya, ya. Y por tanto, pues al colarte, no te dedicas a preguntar por lo que el Dinero dice -lo que ya nos tienen dicho- de por qué están esas barreras ahí estorbando a la gente; a preguntar por lo que cualquiera de los que paga normalmente -o de los que se cuelan- si le preguntas por qué están ahí las barreras, te podría quizá empezar a repetir.
- Pues no, no pregunto nada, claro. Y quizá esas cosas que se dirían (si habláramos), serían las barreras que merecería la pena derribar, porque son las que al fin y al cabo nos hacen sacar el billete con toda normalidad (o colarnos con toda normalidad).
- Sí: esas otras barricadas -que como vemos no son más que ideas- son las que quizá puedan ir atacándose... Hablando, claro.
                  (Pablo. Salamanca, mayo 2013)

1 comentario:

  1. Torniquetes, cámaras y vigilancia, así todo junto y revuelto, son un invento reciente.
    Del dinero por lo alto sólo sabemos de las desgracias que provoca: ir a la mina a sacar los componentes, luego a la fábrica a componerlos y al taller a arreglarlos, después al desguace para pasto y alimento de terceros mundos que están en éste y como basura indeseable van a parar a los ríos y a la puerta de las casas en cuanto nos descuidamos un poco.
    El dinero por abajo serviría en todo caso para darse cuenta de cuánto necesitan la colaboración del personal para hacer negocios y sobre todo la fe de cada quisque para tragarse y creer que las cámaras sirven para algo, o que los torniquetes, mejor dicho, el billetito, paga algo, que paga por ejemplo, el espolio a la madre tierra, la concentración de obreros en la fábrica, la jerarquización de todas estas tareas, y así indefinidamente el rosario de desgracias encubiertas bajo un inocente billetito.
    Que sí, estoy por pensar que es muy importante el durillo que manejamos, pero no porque me lleve a estudiar economía, o las injusticias derecho, sino por lo pomposamente que aprendemos del manejo del money en los tratos con el estanquero, y en los abonos con nuestra jeta nombre propio y deenei, del celo en guardarlo día tras día como algo valioso que te abre torniquetes, pasos y fronteras, fronteras que el propio estado y capital han levantado y que necesitan franquear para reunirnos en el trabajo, todos a la misma hora en el mismo sitio al mismo tiempo, se dice pronto, pero así se ve la cosa, vaya que el dinerillo del billete es una escusa estupenda para fortalecer la fe en la pasta.

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