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Nº XV

- ¡Hola! Mira, estamos recogiendo firmas para un niño que está enfermo y necesita un tratamiento muy caro y no nos lo dan en la S.S. Entonces estamos recogiendo firmas para solicitarlo. Necesitamos 10.000 firmas.
- Ah, ¿y tú conoces al niño?
- Sí. Es mi hijo.
- Creo que se llevan viendo ya algunos años por ahí cosas así; como en no sé dónde -que me llamó mucho la atención- que vi que recogían tapones también para un niño enfermo.
- Sí. Nosotros también recogemos tapones. Por un hijo se hace cualquier cosa, ¿no te parece?
- "Por un hijo", quieres decir por el que es de uno, claro.
- Claro; cada uno por los suyos... Esto está así organizado.
- Sí, está así organizado. Y que tengas que decir eso: "esto está así organizado", es porque sientes que ahí ya hay algo no muy sensato. Quiero decir, en lo de que tenga que ser el hijo de uno para que hagas cualquier cosa. Porque ¿qué más daría de quién sea hijo? Pero, bueno, eso de hacer cualquier cosa (por el hijo de quien sea), supongo que estará bien si es que la cosa que nos ponemos a hacer tiene que ver con lo que le pasa al crío. Si no, no tendría ningún sentido, ¿no?
- Claro.
- ¿Y qué tienen que ver los tapones y las firmas con lo que le pase a un niño?
- Pues eso: que juntando muchas firmas... a ver si se consigue que al niño le den el tratamiento que necesita.
- Sí, y eso es lo que pregunto. Si es que fuera verdad que un rapaz necesita un tratamiento...
- Es que lo necesita de verdad.
- Bueno, eso es mucho saber... Pero, aun así, si fuera verdad que lo necesita (según ellos dicen), ¿por qué te mandan a recoger firmas o tapones en vez de dárselo? O sea, ¿qué clase de entidad hay por ahí arriba que, en vez de atender a lo que pasa (a lo que le pasa al niño), lo que hace es pedir que nos entretengamos días, meses, años, en amontonar cajas y cajas de tapones o hojas y hojas con garabatos, bajo la promesa de entonces, en el futuro, concedernos lo que tiene?
- Pues... tienes razón: yo lo que quisiera es que le dieran el tratamiento a mi hijo y ya está, claro. Pero como no se lo dan, si la única salida que tengo es recoger tapones y firmas, ¿no lo voy a hacer? ¿Tú que harías?
- Ah, yo no sé lo que hay que hacer: son los de arriba los que se ocupan de decir esas cosas. Por aquí abajo, lo inmediato, desde luego, es preguntarnos por lo que ahora estás lanzada a hacer.
- Pero es que yo no puedo estar preguntándome muchas cosas: tengo que hacer algo ya por mi hijo. No podemos esperar.
- Ahora, al hablar inmediatamente como estamos haciendo, no hay ninguna espera. Decir es hacer, y hace ya. Donde sí está la espera es en lo otro, en lo que estás haciendo de las firmas y los tapones. Ahí sí que te ponen a la espera. Porque tienes que esperar
a que se rellenen las hojas de firmas, ¿no?
- Pues sí. Pero no estoy esperando parada: Para que se rellenen las hojas de firmas, como tú dices, hay mucho trabajo que hacer; no se rellenan solas.
- Eso desde luego. Pero para lo que decías de que no se podía esperar, supongo que no aliviará en nada la urgencia el que entre tanto te hagan trabajar mucho, ¿no?
- No, claro.
- Entonces, lo que sí se puede decir es que eso a lo que te empujan, la recoleción y cuenta de garabatos, sí sirve para camuflar esa espera forzosa que te imponen.
- ¿Por qué?
- Porque precisamente te hacen creer que no estás esperando, sino que estás haciendo algo con sentido y que tiene que ver con lo que le pasa al crío... Porque sientes conmigo que en verdad ni los tapones ni las firmas tienen nada que ver con un rapaz, ¿no?
- Claro que no tienen nada que ver, pero si piden eso...
- O sea, que es algo assurdo, pero te fuerzan a ello, ¿no?
- Pues sí.
- Bueno, pues que salga esto así claramente dicho, es el primer paso para ir dándole la vuelta a las crueldades y brutalidades que nos meten. Sin eso, hay poco que hacer. Lo que habría que preguntarse es para qué les puede servir que estemos ocupados con tareas tan assurdas y ridículas como la de tener que ir acumulando garabatos hasta que sean justo 10.000. Garabatos que no dicen nada (y por tanto no dan razón de nada), pero que cuando lleguen a ese número, dicen que se convierte en algo que tendrán en cuenta. ¿Qué interés pueden tener en que estemos ocupados con algo así?
- Pues la verdad, así dicho... no sé. ¿Y tú lo sabes?
- No sé. Quizá tenga que ver con lo que decimos de la espera: que nos ponen a esperar. Esperar quiere decir estar costantemente pendiente; estar renunciando a vivir ahora, reservándonos para el Fin futuro. O sea, quiere decir matarnos la vida. Pero esto, así de crudamente impuesto: "Espera a vivir hasta que te avisemos", sería quizá demasiado intolerable para la gente: Se sentiría la estafa inmediatamente en las carnes y vendría enseguida lo que realmente los de arriba no pueden tolerar: que la gente se pregunte: "¿Qué sentido tiene esperar? ¿Qué es el Futuro por el que ahora tenemos que estar pendientes y no hacer nada de verdad?" O sea, en este caso, que te preguntes: "Si es que es necesario para el niño, ¿por qué no le dan el tratamiento? ¿Pero de verdad es necesario eso por lo que tenemos que esperar?". Que la gente se eche a hablar así es lo que el Dinero no puede aguantar. Quizá haya que ver esas tareas assurdas, esos trabajos -el Trabajo en general- como la forma de entretenernos para que no nos hagamos entre nosotros estas preguntas; como la forma de que la prohibición de vivir (la obligación de esperar), aun sufriéndola con toda su brutalidad, nos quede oculta por las ocupaciones que nos dan para disimularla.
                  (Pablo. Allariz, noviembre 2014)

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