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Nº XXI

[A la medianoche, por la ciudá medio en fiestas, se esshiben por el centro una gavilla de cincuenta o sesenta chicos. La mayoría van callados formando fila: las manos de uno sobre el hombro del siguiente y la cara marcada con la letra N de "novato". De éstos se distinguen otros chiquillos que van marcados también como ovejas con la letra V de "veterano" y que van gritando y ordenando a los de la fila con voz ridículamente militarizada: "Novato, más deprisa!" o "Novato, ¿no has oído lo que te han dicho?". El hombre se encuentra esta reata de forzados en la encrucijada de calles. Hay bastante barullo.]
- El hombre: ¿Es que sois ovejas o qué?
- Chico V: Somos toros.
- El hombre: ¿Toros? Pues parecéis ovejas. [A otro chico que no ha oído lo anterior:] ¿Qué sois? ¿Ovejas?
- Somos toros.
- El hombre: Otro con lo de toros! [Gritando a la fila:] ¿Pero por qué obedecéis? ¿Por qué hacéis esto? ¿No veis que es una idiotez que no os hace falta para nada? Nadie os tiene que dar permiso para empezar el curso ni para salir a la calle!
- Chico V: Aquí no se obliga a nadie.
- Chico N [todavía haciendo fila y con un calzoncillo en la cabeza, un poco azorado]: Esto lo hacemos porque queremos... porque nos gusta.
- El hombre: ¡Cómo te va a gustar esto!
- Sí que me gusta.
- El hombre: ¿Obedecer como un preso y que te den ordenes humillantes a gritos? Entonces lo harás todos los días desde por la mañana, si de verdad te gusta. Pero supongo que no, ¿no? Yo creo que no. Cualquiera ve que esto no solo es una idiotez, sino que es algo feo, cruel, contra razón! ¡Que no puede haber nada bueno en esto ni se le ve un buen sentido! ¡Que con esto no buscan más que embruteceros! [La fila estaba parada calle arriba. Y de allá la rompe un chico N, que baja acercándose al hombre.]
- Chico N: Es que tiene razón. [Lleva un gesto de desengaño, como el que acabara de tirar una careta al suelo. Es un gesto claro de abandono. La fila se deshace y se hace un poco de corro; otros van bajando desordenados].
- Chica V: [Intentando llevarse al rebelde]. Vamos.
- El hombre: No empujes, que estamos hablando.
- Chica V: Yo con usté no tengo nada que hablar. Si él se quiere quedar, pues que se quede.
- El hombre: Hombre, faltaría más.
- Chica V: Mire, aquí no se obliga a nadie a hacer lo que no quiere.
- El hombre: Ah, ¿no? Pues entonces no deis ni una orden más, ni pretendáis distinguiros unos de otros. Porque una orden, como tantas que estoy oyendo, no es más que mandarle a alguien que haga lo que quiere el que manda, no lo que quiere el mandado. Así que, lo que dices es mentira. De lo que se trata es de que justamente los que van en la fila hagan lo que se les ocurra a los que mandan.
Y cuanto más antojadiza, ridícula y caprichosa es la orden, más parece que sirve al propósito de esta ceremonia. Quizá sea por ahí por donde haya que seguir hablando para ver en qué consiste realmente esto. [La chica se va].
- Chico V: Aquí no se denigra a nadie.
- El hombre: ¿No? ¿Te parece poco? En cualquier caso, como es algo en lo que obedecéis todos, porque todos os habéis encontrado esto como hecho (no os lo habéis inventado ninguno), habrá que ver de dónde sale y para qué sirve esto. Y se sabe muy bien que estas ceremonias son propias de las disciplinas militares, que vienen de ahí, de los campamentos militarizados, a los que por cierto os vienen llevando ya desde niños y justo con ese nombre. Los niños (no desde hace tanto) han desaparecido de las calles y resulta que están en sitios disciplinados; hasta en las vacaciones no les dejan ni jugar por su cuenta en las calles (o sea, jugar de verdad, porque jugar con disciplinas de entrenadores, monitores o organizadores de juegos, pues es que no es jugar).
- Chico V: Es que esto es como un juego.
- El hombre: De eso nada. Eso lo nota cualquiera. En un juego, cualquiera puede hacer cualquier papel. Aquí no. Aquí los papeles vienen determinados por la persona real de cada uno: por su estatus real, y por tanto de juego nada: es una ceremonia de sumisión y control personal.
- Otra chica: Pues sí hay cambio de papeles. Yo el año pasado tuve que hacer de novata y hacer lo que me decían, y ahora me toca a mi ser veterana.
- El hombre: Eso sí. De esa cosa tan mezquina se trata; de que seas tú lo cruel y brutal que fueron contigo. Pero, contra eso, por supuesto, está lo que dice: "Ni a mi me lo hacen, ni yo lo hago, ni admito ninguna de las distinciones que quieren imponer entre las gentes". Ésa es la voz que se niega a ejercitarse en la crueldad mediante ritos como éste y que me parece que la puede oír cualquiera.[La chica se va hacia abajo]
- Otra chica: Pero si es que yo no hago novatadas, vamos a tomar algo, nada más!
- El hombre: No. Para ir a tomar algo no hace falta nada de todo eso [señalando a la fila que ya no hay]. Se trata de esto que hemos visto; si quieres taparte los ojos y cerrar los oídos, es otra cosa. Pero eso está ahí, y no es ir a tomar algo. [La chica se va.]
- Otra chica: Es que ésta es la sociedad en la que vivimos. Cambie la sociedad.
- El hombre: Sí, sí, ya ves que estoy hablando. Pero vamos, no te creas mucho lo de la palabra "sociedad", porque ya ves para lo que sirve: para hacerte creer que ya está hecho lo que tienes que hacer y decir. Para que estés como muerta. [La chica se va.]
- Una chica [que viene de abajo, al chico rebelde y con dulzura]: ¿No quieres venir? [Otra vez el gesto del chico habla claro. Se nota hasta qué punto siente su disidencia como algo grave; no de juego. Aun así, se van hacia arriba.]
[Esperando alguna palabra más, el hombre mira en torno. Pero ya está solo en la encrucijada, todavía abierto a los cuatro vientos.]

                  (Pablo. Salamanca, setiembre 2019)

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